¿Qué hay peor que visitar una ciudad en temporada alta? ¡Visitar una ciudad en Semana Santa donde se celebren procesiones!
Que sí, que hay que aprender a apreciarlo todo y a sacarle el interés a ciertas costumbres, y que si vas a Edimburgo y te pilla el festival, en realidad lo vas a disfrutar. Pero lo de las procesiones es que me puede.
Para empezar, nada más que entrar a la ciudad ya es un estrés pues el tráfico está totalmente trastocado. Y si ya es dificil moverse por una ciudad que no conoces nada más llegar, la cosa se complica por tres si están la mitad de las calles cortadas al trafico por las procesiones.
Tras vueltas y vueltas, no sé como, conseguimos llegar a lo que creiamos era una especie de museo, que resultó ser la oficina de turismo que en ese día debido al caos que había en la ciudad habían decidio dejar el parking gratuito.
Claro que no había ni un huequito, pero mientras que yo entraba a preguntar como iba el tema del parking, a pedir un mapa y recabar información de la ciudad encantada, las majadas y el hosquillo, pues se quedó un hueco libre y mi compañero pudo aparcar el coche. ¡¡No nos podíamos creer la suerte que habíamos tenido!! Además estaba nevando cuando llegamos y justo cuando aparcamos el coche dejó de nevar.
Asi que con nuestro coche aparcado y sabiendo que nos ibamos a encontrar una Cuenca semanasantera nos fuimos caminando hacia el centro siguiendo el cauce del río Jucar. Como queríamos ver la ciudad encantada esa misma mañana decidimos que nuestra visita a Cuenca sería solo un paseo, y que ya volveríamos en otra ocasión con más tranquilidad a ver la ciudad a ser posible combinandola con teruel y Albarracín, que están a apenas 200kms de distancia.
Pasear por las calles de esta ciudad en una mañana calida de otoño cuando estás estén solitarias debe ser una gozada. O al menos cuando tengan un transito normal de personas. Algunos rincones encontramos en los que se dejaba entrever todo lo que esta ciudad tiene para ofrecer, pero en muchos otros lugares los sentidos estaban demasiado estimulados por el color de los capirotes y el estruendo musical de las celebraciones, y era dificil concentrarse en la ciudad en sí.
Tras perdernos un poco por algunas callejuelas, decidimos ir a ver la tipicada antes de que se nos echara el día más encima y preguntamos a uno de los pocos nazarenos que no tenía el capirote puesto y que no estaba hablando por el movil el camino hacia las casas colgantes pues con la pelotera de gente que había, habíamos pasado de largo del callejón que llevaba hasta ellas y habíamos dado varias vueltas ya sin exito. Estabamos empezando a pensar que las casas colgadas eran otra cosa, unos de los grupos de casas, también colgadas (aunque no tanto) que rodean al museo diocesiano.
La arquitectura de estas casas es super curiosa. Como son alargadas y estrechas, unas hechas encima de otras como si nunca se hubiera tenido muy claro cuando se iba a terminar de añadir pisos, con acoples saliendo prominentes de repente entre lo que parece un bloque y otro. Me hubiera gustado ver una de esas casas por dentro porque parecían muy estrechas, pero seguramente serían también alargadas.
Llamaba bastante la atención también como los balcones y ventanas se abrían al vacío, algunos sin tener casi barandilla. Las vistas tenían que ser una pasada.
Finalmente llegamos al puente de San Pablo desde donde se observan las casas colgadas y muchas otras construcciones que se alzan sobre ese tipo de roca carasterístico de la zona y que le dan ese aspecto tan peculiar y que llama tanto la antención por la fusión de arquitectura humana con formaciones naturales de roca erosionada.
Esta claro que a cuenca tenemos que volver y dedicarle los dos o tres días que merece la ciudad, pero estuvo bien para abrir boca e ir tomando nota de los maravillosos rincones que tiene España esperando a que vayamos a descubrirlos.
Puff, para guiris puede ser pintoresco, pero para los que nos hemos tenido que tragar más de una procesión… Vaya ganas que tendría yo también de huir… Bueno, ya tenéis otro viaje pendiente 🙂
¡Qué buenos recuerdos me trae ese viaje!
Yo pude pasear por calles casi desiertas y sin prisas y deleitarme con el paisaje desde el Parador. Me asombro su maravillosa catedral y me sorprendio la seriedad de sus colores. Pero tengo que reconocer que la ciudad encantada me decepciono, (demasiadas indicaciones para visitarla)
La verdad es que le quita bastante encanto la ciudad llena de turistas y capirotes…bufff.. 🙁 🙁
Hace muchísimo que fuí y recuerdo poco, pero recuerdo la sensación mágica de la piedra, fría. húmeda y silenciosa.
Ya sabéis qe teneis que volver en otras fechas menos moviditas y disfrutar en calma de todos los rinconcitos. 🙂 🙂
Es de mis ciudades favoritas. Tiene unos rincones preciosos y que no te los imaginas encontrar. La vista que tiene el barrio de Tiradores desde el casco antiguo es impresionante…y que me dices del cruce del puente..ufff de vertigo 🙂
Yo recuerdo Cuenca con mucho cariño, ya que fue el plato fuerte de un gran viaje. Pero sin duda los recuerdos que tengo son muy distintos a lo que describies en tu crónica. Y por cierto, nuestras fotos también son muy distintas a las tuyas 😛
Me gustaría mucho ver esas fotos tuyas un día. TQ
Qué bueno! Estoy preparando un post sobre Cuenca, me gustó mucho. Saludetes.